El público en una velada realizada en Nicaragua.
Imagen: EFE
Estadios ocupados sólo al 10 por ciento o menos de su capacidad. Oficiales de salud tomando la temperatura y desinfectando el calzado del público asistente. Separación de por lo menos un metro de distancia (o dos butacas como mínimo) entre los espectadores. Boxeadores, segundos, autoridades, periodistas, fotógrafos y camarógrafos con barbijos o mascaras protectoras. Este rígido protocolo de seguridad se ejecutó el 25 de abril pasado en una velada de boxeo montada en Managua, la capital de Nicaragua. Y acaso enseñe el camino de hacia dónde puede encaminarse el pugilismo el día, todavía lejano e imprevisible, que pueda rehabilitarse la actividad.
El modelo de negocios del boxeo, su masividad, las grandes peleas por títulos mundiales han entrado en crisis a partir de la pandemia de la Covid-19. Nada será como lo había sido hasta aquí. Y es por eso que aquellos que mueven el deporte (las grandes empresas promotoras, las cadenas de televisión, los organismos internacionales) ya están pensando en reformularlo. Si en Estados Unidos, Europa y el Lejano Oriente el boxeo pudiera volver en el segundo semestre del año, se estima que lo hará con reuniones más pequeñas, a puertas cerradas o con muy poco público. Pero siempre con el concurso imprescindible de la televisión.
La Argentina no escapa a esta realidad. Las autoridades de la Federación de Box saben que la reapertura de los espectáculos deportivos no figura entre las prioridades del gobierno de Alberto Fernández. Y que con mucha buena suerte, podría darse a partir de septiembre, con la salida del invierno y el comienzo de la primavera. Para cuando llegue ese momento, el cuerpo médico de la FAB está confeccionando un rígido protocolo de seguridad que deberá ser aprobado por el Ministerio de Salud de la Nación antes de ponerlo en vigencia obligatoria para todo aquel que quiera organizar reuniones amateurs o profesionales en cualquier punto del país.
Asociada estratégicamente a la señal de TyC Sports, la FAB evalúa hacer boxeo a puertas cerradas en su viejo estadio de Castro Barros 75, no bien sean autorizados los espectáculos deportivos en la ciudad de Buenos Aires. La idea es transmitir tanto pugilismo amateur como profesional. Con el amateur no habrá problemas porque es la propia Federación la que lo organiza. Pero en el área rentada, deberá distribuir bien las fechas para que participen todos los promotores con los que el canal trabaja (Osvaldo Rivero, Mario Margossian y la dupla Samson Lewkowicz-Carlos Tello).
Con base operativa en la provincia de Córdoba (donde había logrado buen apoyo económico del gobierno provincial y de las intendencias), Mario Arano, otro importante promotor, deberá sostener ese respaldo antes de plantearse el regreso por la pantalla de Direct TV Sports. En cambio, es una incógnita el futuro de la promotora HDP (Hueso de Perro) de José Jaita y José Reinoso, que montaba veladas mensuales en el bailable Pinar de Rocha de Ramos Mejía con transmisión por su canal de You Tube, y de Chino Promotions, la empresa del ex campeón mundial Marcos Maidana, quien preparaba su reaparición el 18 de abril en Tecnópolis ante el peleador de kick boxing Jorge Cali. La pandemia ha dado vuelta todo, han cambiado las prioridades y es posible que ahora los sponsors retaceen su participación.
En el plano internacional, las grandes empresas promotoras de los Estados Unidos (Golden Boy, Premier Boxing Champions, Top Rank, Showtime) evalúan volver en julio o agosto con peleas de rango mediano, con pagas reducidas, sin público, en estudios de televisión o de sonido y bajo estrictas normas sanitarias. El contacto con las comisiones estatales de boxeo es constante, pero los gimnasios siguen cerrados y ningún boxeador está preparándose con intensidad como para asumir compromisos inminentes.
Las limitaciones para concentrar grandes multitudes reducirán los ingresos por venta de boletos, una de las principales fuentes de recursos de las empresas y de donde salen las bolsas de los boxeadores. Por esa razón, tal vez pasen a 2021 los grandes duelos ya programados como la tercera versión de Canelo Alvarez-Gennady Golovkin y Tyson Fury-Deontay Wilder.
Ningún pugilista querrá hacer semejantes combates sin por lo menos 90 días de entrenamiento a fondo. Y hasta es posible que antes prefieran concretar una pelea de menor exigencia para ponerse en marcha tras el largo parate. Pero en medio de la incertidumbre por el coronavirus, algo aparece claro: nada de lo verdaderamente importante sucederá dentro de los apretados límites de un estudio de televisión. El ámbito donde quizás el boxeo de a poco empiece dar sus primeros pasos de regreso.
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