El hijo del “león mendocino” mantiene vivo su nombre y desmiente algunos mitos.
Pascual Pérez y Yoshio Shirai.
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Pascual Pérez se llama igual que su viejo, el primer campeón argentino de boxeo y uno de los mejores peso mosca de todos los tiempos. Sin embargo, aunque también trabaja con las manos, no eligió los rings. Desde hace ya varios años, maneja una peluquería en Ostende, cerca de Pinamar.
"Ninguna persona, siendo tan pequeña, fue tan grande. Papá llegó solo hasta el segundo grado. Mis abuelos eran de Granada y trabajaban como campesinos de la viña en Tupungato. Eso sí, comía muy bien, era muy fuerte", recuerda. Tenía 25 años cuando se murió el boxeador, un 22 de enero de 1977.
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Pascualito Pérez, el "león mendocino", pertenece a los grandes del deporte argentino. Recientemente, se cumplieron 42 años de su muerte, el 22 de enero de 1977. Sus restos descansan Panteón Casa de los Boxeadores, junto a ídolos populares como José María Gatica y Justo Suárez, "El Torito de Mataderos". Desde 1995, forma parte del Salón Internacional de la Fama del Boxeo, aunque solo recientemente volvió a ser reconocido en nuestro país.
En 2015, incorporaron su estatua al Paseo de la Gloria, en Costanera Sur. Porque si algo le sobró a este "pequeño gigante" -de 1,52 metros de estatura y 48 kilos- era gloria. Fue oro olímpico en 1948, campeón argentino en 1953 y, un año después, el 26 de noviembre de 1954, campeón mundial. Consiguió la victoria luego de una histórica pelea a 15 asaltos con el japonés Yoshio Shirai, en Tokio. "Campeón sin previo trámite, en la primera oportunidad que le brindaron", decía la tapa de El Gráfico del día siguiente. Era el primer argentino en lograr esa hazaña.
Pascual Pérez defendió el título mundial nueve veces, de manera exitosa. Entre amateurs y profesionales, sumó un total de 18 títulos, sin contar el de campeón sudamericano mosca, que le reconoció la Confederación Sudamericana de Boxeo en 2004.
"Cuando yo era chico, me dijo: 'hijo, yo voy a quedar en el diccionario', rememora el Pérez peluquero. Pensó en escribir un libro varias veces, pero todavía no se anima. "Por ahora, dejo que su historia hable por sí misma", agrega, desde su local.
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El hombre lamenta las versiones equivocadas que circulan sobre su padre en internet. "No terminó en la pobreza absoluta, como dicen algunos, pero sí es verdad que le robaron mucho", aclara.
Al final de su vida, el campeón trabajaba en el Ministerio de Desarrollo Social, en un puesto administrativo que no le gustaba. Le costaba mucho escribir a máquina, tras una vida de puños y guantes. Por eso, también puso una panadería en el andén 2 de la Estación Once del tren Sarmiento, que le consiguió el sindicalista Lorenzo Miguel. "Mi viejo sacaba el pan y se lo daba a los pibes del lugar, así era él", cuenta Pascual hijo, emocionado.
Jack Depsey, Juan Domingo Perón y Pascual Pérez.
Una anécdota que le gusta repetir a Pascual, es que su padre eraamigo de Juan Domingo Perón y hasta le dio plata durante su exilio. Cuando le preguntan si el General devolvió lo prestado, dice, riendo: "Imagino que sí... sino Pascualito se iba a las piñas".
Aunque el pugilista no era militante ni emigrado político, peleó en República Dominicana cuando Perón estaba estacionado allíy era mal visto por el Gobierno militar por su afinidad al expresidente. De hecho, el peronismo le había regalado una casa a Pérez, donde aún vive un hermano de él.
Pascual sueña con que reaparezcan las medallas que le usurparon a su papá: le duelen más que el dinero perdido. Eventualmente, aspira a abrir un museo en Mendoza, en su memoria.
"¿Qué recuerdo más de él? Su peinecito y su gomina, que podés ver en cada foto. Su respeto por el deporte, que convirtió en profesión. Y su advertencia: 'no me ensucies el apellido'", concluye.
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